REFLEXION 03/13/2013
Un científico, vivía con
preocupación todos los problemas del mundo. Estaba decidido a encontrar por
todos los medios una solución. Pasaba días en su laboratorio, en busca de
respuestas.
Cierto día, su hijo de 7
años, invadió su lugar de trabajo, dispuesto a ayudarle a encontrar esa ansiada
solución.
El científico, nervioso
por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lugar. Viendo
que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiera distraer su
atención.
Encontró una revista,
donde había un mapa del mundo, ¡justo lo que precisaba!
Con una tijera, recortó
el mapa en varios pedazos y se los entregó al niño con un rollo de cinta,
diciendo: Hijo, como te gustan tanto los rompecabezas, te voy a dar el mundo en
pequeños pedazos, para que lo repares.
El científico pensaba,
quizás demore meses, quizás nunca lo logre, por lo menos, me dejará tranquilo
por un tiempo; pero no fue así.
Pasada algunas horas,
escuchó la voz del niño: Papá, papá, ya hice todo, conseguí terminarlo.
Al principio el padre no
dio crédito a las palabras del niño. ¡No puede ser, es imposible que a su edad,
haya conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes!
Levantó la vista de sus
anotaciones, con la certeza de que vería un trabajo digno de un niño. Para su
sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en
sus debidos lugares. ¿Cómo era posible? ¿Cómo había sido capaz?
Hijito, tú no sabías
cómo es el mundo, ¿cómo lograste armarlo?
Papá, yo no sabía cómo
era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi del
otro lado la figura de un hombre. Así que le di la vuelta a los recortes y
comencé a recomponer al hombre, que sí sabía cómo era.
Cuando conseguí arreglar
al hombre, di vuelta la hoja y me di cuenta que había arreglado al mundo.
PARA CAMBIAR EL MUNDO
EMPIEZA POR TI
DANA MILANO
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