Les comparto una bella
historia
MI PADRE SEMBRO AMOR
PARA QUE YO LO RECOGIERA
Nací en una humilde aldea donde mi padre
cuidaba las tierras de otro, se levantaba muy temprano y trabajaba todo el día;
mi madre le llevaba la comida para que no perdiera tiempo ya que no se lo podía
permitir, ella cuidaba de nosotros, tres hermanos varones y lavaba la ropa de
una familia acomodada.
Yo les veía siempre
contentos y pensaba ¿cómo pueden estar contentos con la dureza de la vida que
tienen y sin pensar que eso va a cambiar algún día?
Me sentía ajeno a todo ello, aquella vida no
era para mí. Un día le pregunte a mi padre el porqué no había intentado hacer
nada para mejorar las condiciones de vida, que veía que no había tenido ninguna
ambición por mejorar. La cara de mi padre cambió, quedó totalmente sorprendido
y me habló como nunca lo había hecho, me dejó ver esa parte que ignoraba de él
y me dijo que jamás le había faltado de
nada que nos amaba más que a su vida y que después de muchos años de matrimonio
seguía sintiendo un amor profundo por mi madre, que no nos había fallado la
salud y que mamá se había encargado de tener una casa bonita para vivir y
comida sabrosa para estar fuertes y sanos, que podíamos asistir a las escuela
porque el señor de las tierras nos los pagaba para que el día de mañana
fuéramos personas más preparadas que papá y pudiéramos vivir dónde y cómo quisiéramos
¿Qué más podemos desear? Me dijo, pero no
acabó aquí, siguió diciéndome: Cuando termines la escuela y decidas buscar una
vida mejor no te olvides de ser feliz. Cuando lo oí mi corazón dio un vuelco y
le abracé, creo que no le había abrazado desde bien pequeño porque yo rehuía
las muestras de afecto. Fundido en el abrazo comprendí que lo importante es ser
feliz, afrontando la vida. Mi padre en aquel momento fue un Maestro del cielo
para mí y al comprender aquello empecé a ayudarle en el campo y a escucharle
cuando me contaba cosas de su vida, de sus abuelos que llegaron de otra tierra
y se quedaron aquí trabajando las mismas tierras. Poco a poco mi mente fue
aceptando muchas cosas, y allí fue despertando mi conciencia comprendiendo qué era
la felicidad.
DANA MILANO
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